
Latorraca: permanente desafío a la capacidad perceptual.
Américo Fernández
Hacia los años sesenta el arte de la abstracción perceptual hizo su aparición y atrapó la sensibilidad plástica de José Joaquín Latorraca el hijo de un colega periodista de los tiempos en que el reportero era al mismo tiempo fotógrafo y repartidor del periódico.
Latorraca cuando lo conocí vivía en el Banco Obrero de ciudad Bolívar y era un liceísta en cierto modo tocado por la efervescencia revolucio-naria que tenía sus aristas más sensibles en las universidades, en las Casas Cultura y en las montañas.
Usaba melena, lentes oscuros y tocaba la guitarra. Soto, Cruz Diez, Narciso Debourg, Omar Carreño, ya se entendían en París con el movimiento óptico – cinético y a Venezuela llegaban los destellos de Agam, Calder, Duchamp, Vasarely y otros atrapados por la magia del nuevo arte que rompía bruscam¬ente contra todo lo que oliese a representación figurativa.
José Joaquín Latorraca no dejará la escuela de la pintura tradicional sino ocho o diez años después cuando la Casa de la Cultura de Mimina Rodrí¬guez Lezama, la Galería Nivel 17.9 y el Grupo Araña de pintores y poetas ser¬vían de fermento a las inquietudes juveniles, también mo¬tivadas por las visitas fre¬cuentes de Soto, Cruz Diez, Alejandro Otero y demás artistas que junto con el pintor guayanés estaban de¬trás de la idea de un museo de arte moderno para Ciudad Bolívar.
Latorraca debutó en el arte moderno con sus formas arrojadas al espacio, mientras sus compañeros de paleta veían en la abstracción geométrica una posibilidad de recreación creativa mayor que la del carboncillo traduciendo la expresión facial de la gente y del paisaje
A partir de allí no ha habido pausa en el camino trazado. Latorraca ha quemado etapas sin caer en retrocesos y se ha alimentado codeándose con los mejores y viajando sin cesar. En eso se lo pasa desde que lo conocí, moviéndose con sus obras de un lugar a otro, pero siempre anclado con su taller en la ciudad que lo vio nacer. Nunca ha querido desprenderse de las riberas del Orinoco que lo acoge y lo proyecta. El tiempo mayor lo pasó en el Taller de Artes Plásticas del INCIBA dirigido por Dámaso Ogaz y luego Roberto Olavarrieta, quien o acompañó en la fundación del Cine Club, el único que ha tenido la ciudad
Ya adolescente hablaba de las «Formas Vectoriales» que encajan dentro de su misma línea de siempre y en la Sala de Arte de Sidor que dirigía la Nena Acosta vi por primera vez una exposición individual suya integrada por estructuras, esculturas, cartografías y gráficas.
La obsesión plástica de Latorraca es el espacio, el vacío universal, lo etéreo. En aquella ocasión me dijo que quería llegar allá alguna vez con el auxilio de la cibernética y utilizando el rayo laser. Ya entonces se hablaría de la cuarta dimensión.
Si la fotografía ha llegado a la tercera dimensión (la holografía) con la utilización del laser, seguro que llegar a la cuarta por la misma vía es cosa de ver en tiempo cer¬cano. Joaquín afirma que su obra es un cubo visto de distintas maneras en el espa¬cio y que el problema ‘es de percepción. Un cubo destro¬zado lanzado al espacio sigue siendo el mismo cubo, pero nadie lo reconocería y allí la intríngulis de la cuestión. Se plantea entonces un proceso en el que hay que ajustar los problemas de velo¬cidad de la obra, dirección, profundidad, espacialidad, color, forma, ángulo visual.
Joaquín Latorraca no lleva cuenta de sus exposiciones, pero dice que ha participado más en colectivas que en individuales porque parte de la creencia que es más importante la confrontación.
Él saca del plano el objeto, la forma, y los fenómenos ópticos los logra de un modo muy particular. En 1984 cuando expuso en la Sala de Arte de Sidor trabajaba con la madera y el color le ofrecía muchas posibilidades en lo que inves¬tigaba y admitía que varia¬blemente trabajaba con colores muy cálidos, muy fríos y muy fuertes, pero estaba regresando al pastel, color con el cual empezó. Siempre ha tenido la tendencia hacia el pastel y reconoce que una de sus fallas ha estado en la utili¬zación de colores agresivos, pero los ha ido tonificando hasta lograr un clima tranquilizante.
En 1982, en entrevista para la prensa local, le hice notar lo de la figura romboide en sus estructuras y me respondió: -No son romboides sino cuadrados desplazados. Puede ser que estén en forma romboidal, pero para mí son líneas de cortes biselados que dan sensación de cuadrados en desplazamiento, en fin, materia en movimiento flo¬tando en el espacio.
-¿Cuántas etapas se cum¬plen ya en tu carrera de artista?
-Cuatro sin incluir la figu¬rativa. La etapa de las for¬mas arrojadas al espacio que es el comienzo de lo que hago ahora; la etapa de las escul¬turas; la de materia y luz y la de ahora que son las formas vectoriales.
-Vectoriales ¿por qué?
-Por la sensación vectorial que despide.
-¿Por supuesto que es la etapa más seria?
-Es la más seria de mi vida, pero no la final. Para mi es el primer paso para algo más trascendente y a tono con los adelantos de los tiempos, los adelantos técnicos y cientí¬ficos que implican pensar en la cibernética y en el rayo laser.
Parte tu obra de alguna experiencia anterior?
-No específicamente. Es una consecuencia que parte de 1969 con las formas arro¬jadas al espacio.
-¿Oí decir que tu obra contiene elementos de la obra de Fautis Cuatritis, la artista italiana esposa de Getulio Alviani?
-Hay unas cuatro obras de ellas con algunas piezas de las que yo llamo «vectoria¬les», pero evidentemente que el concepto es muy diferente.
¿Hay continuidad en tu obra?
-Siempre la ha habido sin que quiera decir que no haya habido modificaciones y algunas rupturas. Yo descubrí en esa etapa de mi vida que lo más importante era el desplazamiento de las formas en el espacio y .en esa línea me he mantenido.
Posted by Graphicart on Monday, February 26, 2018
INGENIO DE AIRE: Joaquín Latorraca.
Puentes que van de aquí
y de allá; denuncia a siempre.
Ingenio de aire.
Octavio Paz
En la obra de Latorraca la luz dibuja todo y todo lo incendia. Hace del mundo pira de reflejos.
Es una arquitectura instantánea sobre pausa suspendida, apariciones no llamadas ni pensadas, forma de viento, insubstancial como tiempo y como tiempo disipado, tienen un aspecto de caligrama de “mancha”: el sentido de vacuidad que se encuentra en el vacío.
En estos trabajos es evidente la riqueza dada por la simplicidad, la expectación suscitada por la falta de plenitud de la asimetría, la fascinación de la ausencia, se hallan demasiado lejos del pensamiento. Formas que van y vienen creando un caos espacial en el ambiente desordenado pero agradable y consciente de su estética… un orden entre el desorden.
Hay un principio que está presente como concepto, a pesar de la aparente complejidad con una sencillez de no plenitud, amor por el material descarnado, elemento de renuncia y ausencia; algo básico para la comprensión de un arte enigmático cuyas direcciones y metas son tan diversas comparadas con lo tradicional donde hay riqueza, simetría y un equilibrio estético.
Latorraca tiene una razón por la cual elige el material para realizar su obra. Un material frágil porque su inspiración debe ser trasmitida en el más breve período de tiempo posible, no se autoriza ninguna reflexión, ninguna cancelación, ninguna repetición, ningún retoque. Es una inspiración espontánea.
Este artista vive en jardines flotantes con toda la naturaleza. Joaquín es como un discurso de un niño enterrado en cada hombre. Guirnaldas de papel, los arco iris de jugueterías con una transparencia insensiblemente disipada, árboles incandescentes sobre los que reposa la noche, bosques de febriles columnas, cortinas que abren lejanías, selvas de una vehemente primavera, alba que borra las constelaciones, palomas de estrellas, torbellino de las formas que todavía no alcanzan su forma.
En fin, las obras de Joaquín Latorraca son hojas que van más allá del sentido y sin sentido, que están más acá de silencios y de ruidos. Un concepto claro de un arte auténticamente actual. Este género en la plástica constituye uno de los ejemplos de mayor realización del nuevo arte.
Octavio Paz comentaba, entre muchas otras cosas, algo sobre Roberto Matta que se podría trasladar, después de años, a la obra de Joaquín: “ Pintura es mito, leyenda, historia, historieta, adivinanza. Pero lo que pasa en su pintura es lo que pasa en la actualidad sin abajo y arriba de ella, el juego de la fuerza e impulsos que nos hacen, deshacen y rehacen. Sus instrumentos: el ojo que hace, la mano que mira, la risa que perfora y, en fin, la fantasía que combina a la mano y al ojo, al humor y a la imagen”.
Hemos comprobado una nueva germinación de modos constructivistas donde se demuestra que no se ha apagado del todo el recuerdo de la época que dio las primeras tentativas de lograr ese rigor compositivo. Recuerda las antiguas construcciones de Tatlin, Pevsner y los plásticos-metálicos de Naum Gabo.
Esta obra de Joaquín se presenta en esculturas construidas en aluminio, preferentemente “vacías” con clara intención constructivista. Sin tener los rigores del geometrismo o de la matemática. Son un parque con inmensos bosques de luz que el artista se complace en crear. Es fácil advertir la autenticidad de su coherencia artística.
Joaquín crea “para que la libertad no se convierta en estatua”.
Freddy Villarroel Lárez
San Antonio de los Altos, junio 2014.
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Lo que más me impacta de su creación es que lo hace para la LIBERTAD, para la VITALIDAD y el AMOR.
Gracias por tu comentario.
Maria Gabriela Arria, thanks so much for the post.Really thank you! Keep writing.