Silvia Chirino (61) los rescata, cura y alimenta para luego darlos en adopción. Un grupo de amigas le ayuda a bañarlos. «Dicen que estoy loca pero para mí es una locura linda», cuenta.
Avellaneda.- Sólo quien ama con pasión a los animales puede entender el trabajo de Silvia Chirino (61), una vecina de Avellaneda que convive con 42 perros callejeros a los que cuida y alimenta para luego darlos en adopción. «Dicen que estoy loca pero para mí es una locura linda», cuenta.
Su casa de Piñeiro se llenó de animales que poco a poco fueron apropiándose del lugar. Están por toda la casa: en la cocina, el living, los dormitorios e incluso la terraza. Se los puede ver tirados en el sillón, reposando sobre los escalones o subidos a la cama de Silvia. «Todo comenzó hace 15 años empecé con siete y luego se fue incrementando el número», dice la vecina, quien durante mucho tiempo limpió casas, atendió un almacén y trabajó como empleada administrativa. Ahora, ya jubilada, sólo se dedica a sus «amores».
Se acuerda del nombre de los 50. Muchos de ellos se basan en personajes que le gustan como La Chiqui (por Mirtha Legrand), que es flaca y esbelta; Marley (el conductor), Jagger, Fiona, Sherazade y Mihriban (de «Las mil y una noches»). Todos ellos son, como los llama Silvia, raza«calle, cordón y vereda», y están a la espera de una familia que los adopte y les dé el mismo cariño que ella.
Su recomendación es clara:
Para eso armó la página Amores en Adopción, donde sube fotos de cada uno de ellos y cuenta algunas de sus historias para que los posibles adoptantes los conozcan.
Cada vez que un nuevo perro llega a la casa de Silvia, ella lo lava, le saca las pulgas y garrapatas, lo castra y vacuna. «Lo primero que hago es asearlos, después los llevo al veterinario para verificar que estén bien y que no les falte nada», asegura. Y agrega: «Algunos requieren atención veterinaria, muchos de ellos tienen heridas graves que necesitan ser curadas con urgencia». Así salvó la vida de muchos.
Con paciencia y dedicación, Chirino se levanta todos los días muy temprano y comienza a sacar los papeles que ensucian los animales, da algunos baldazos de agua con lavandina para higienizar la casa y sale con los que quieran dar una vuelta a la manzana: unos van sueltos y otros, con correa. Una vez por semana sus amigas «bicheras» la ayudan a bañarlos a todos. Llenan fuentones con agua, los enjabonan y cepillan. «Terminamos muy cansadas y todas empapadas», dice entre risas.
Además, antes de su segundo paseo les da alimento balanceado. Cada uno de ellos tiene una comida especial según su edad y su situación. Esto hace que los costos sean altos, por lo cual Silvia recibe donaciones. Todo es bienvenido, desde plata hasta sábanas, frazadas y colchones que le permitan mejorar la calidad de vida de todos los animales que protege. «Cuidarlos es una tarea difícil, pero también hermosa», asegura.
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